Challenger: secuencia de una tragedia
El pasado 2 de septiembre, fue el aniversario del nacimiento de Christa McAuliffe, una profesora de secundaria nacida en Boston (Massachusetts), que falleció en el accidente del Transbordador Espacial Challenger de la NASA el 28 de enero de 1986.
El Transbordador Espacial Challenger (OV-099) fue el segundo transbordador de la NASA en entrar en servicio. Realizó su primer vuelo el 4 de abril de 1983 y llegó a completar 9 misiones antes de desintegrarse en su útima misión.
El 28 de enero de 1986, durante el despegue de la misión STS-51-L, el transbordador se desintegró en el aire acabando con las vidas de sus 7 tripulantes.
Fue el primer fallo catastrófico del programa de transbordadores espaciales de la NASA y llevó al refuerzo de las medidas de seguridad durante la construcción y revisión de los posteriores vehículos.
Pero, ¿cómo llegó a explotar un transbordador que ya había volado en 9 ocasiones sin problema alguno?
Condiciones previas
Durante el despegue, el transbordador espacial va acoplado a un sistema de despegue independiente que le ayuda a escapar de la gravedad terrestre.
En primer lugar, el transbordador va acoplado a un enorme tanque de combustible externo que abastece a los tres motores principales del vehiculo durante el despegue.
A los laterales del tanque externo, se sitúan dos cohetes aceleradores de combustible solido (SRB), que dan un empuje adicional durante la primera etapa del ascenso.

Las secciones de estos cohetes aceleradores se unían con dos juntas tóricas y con un sellado aislante de amianto y sílice.
En 1971, un reporte de seguridad afirmaba que era posible detectar casi cualquier tipo de fallo en los SRB con una revisión sencilla, pero existía un posible fallo especialmente peligroso si se daba en una determinada zona del SRB.
Se trataba de la posibilidad de que se abriese una brecha por quemado de la carcasa del cohete causada por los gases ardientes.
El informe indicaba que:
«Si la brecha ocurre adyacente al tanque [de hidrógeno/oxígeno líquido] o al vehículo orbital, puede que la detección oportuna no sea viable y que no sea posible el aborto.»
Y precísamente esto fue lo que le pasó al Transbordador Espacial Challenger.
Durante el montaje de los SRB, la repetida sobrecompresión de las juntas podía favorecer la aparición de este tipo de brechas, sobre todo en condiciones de bajas temperaturas.
Secuencia del accidente del Challenger
La mañana del 28 de enero de 1986 era especialmente fría. Se había acumulado una gran cantidad de hielo en la torre de lanzamiento y en algunas partes del transbordador.
Los ingenieros de Morton Thiokol, fabricante de los SRB, advirtió a la NASA de los peligros de lanzar el transbordador con una temperatura tan baja.
Pero haciendo caso omiso a los avisos, la NASA presionó al fabricante para que autorizara el despegue. Y así fue, el Challenger tenía luz verde para despegar, aún sabiendo que existía la posibilidad de un fallo catastrófico.
Entonces nadie lo sabía, pero en el lado abyacente al agarre superior del cohete SRB derecho se había abierto un grieta, tal y como los ingenieros de Morton Thiokol se temían.
Las virutas de aluminio que enriquecían el combustible de los SRB taponaron temporalmente la brecha.
A las 11:39:13 (hora de la costa ESTE), el reloj de la misión se puso en marcha y el Challenger, impulsado por sus tres motores principales y los dos cohetes aceleradores SRB, despegó de la plataforma de lanzamiento.

Durante el lanzamiento, un cabeceo inusual del transbordador, seguido por unas rápidas fugas de humo negro del SRB derecho llamaron la atención de los controladores de vuelo.
58 segundos después del despegue, el trasbordador alcanza el punto Max Q, momento en el que el vehículo está sometido a la mayor presión aerodinámica de todo el vuelo y es sacudido por fuertes vibraciones.
Justo en ese momento, se registra el cizallamiento del viento más intenso de todo el programa del transbordador espacial, que vuelve a abrir la brecha dejando escapar una columna de fuego que quemó el tanque de combustible externo y derramando parte de su hidrógeno líquido.
Este hidrógeno líquido comenzó a arder, quemando las conexiones que mantenían unido el SRB derecho al tanque de combustible externo.
73 segundos después del lanzamiento, el SRB afectado se balanceó, colisionando con el ala derecha del transbordador y haciendo que toda la estructura girase bruscamente. Las fuerzas aerodinámicas desintegraron la nave casi al completo.

Los SRB continuaron ascendiendo mientras que la cabina salió despedida, cayendo desde una altura de 15.240 metros e impactando con gran fuerza en el océano.
Investigación posterior
Aunque se desconoce el momento exacto del fallecimiento de los tripulantes, el soporte vital de los trajes indicó que algunos de ellos sobrevivieron a la explosión inicial pero, sin un sistema de eyección, murieron al impactar la cabina contra el océano.
Una comisión independiente publicó un informe sobre el desastre, en el que se enumeran todas y cada uno de los errores cometidos por la NASA y Morton Thiokol que, encadenados, provocaron el mayor desastre en la historia de la conquista del espacio.

La NASA fue fuertemente criticada por este suceso y suspendió todos sus vuelos hasta 1988.
El desastre del Challenger ayudó a mejorar la construcción de los transbordadores espaciales, que volvieron a volar 6 años después con la misión STS-49.
Fuentes: