¿Puede haber vida en las lunas de Júpiter?
La primera observación registrada de las lunas de Júpiter se remontan a la edad moderna, mas concretamente el siglo XVI cuando fueron observardas por primea vez por Galileo Galilei. Desde entonces, las lunas de Júpiter o satélites galileanos han sido foco de estudio debido a la posibilidad de albergar vida en su interior.
En este artículo encontrarás:
Galileo Galilei: el descubridor de las lunas de Júpiter
Galileo Galilei nació en 1564 en Pisa, Italia (si, donde está la torre); durante toda su vida mostró interés por la mayoría de las ciencias, haciendo grandes descubrimientos en diferentes ámbitos.
Pero de todos sus descubrimientos, probablemente uno de los más famosos sea la teoría heliocéntrica, así como la invención del telescoio. Aunque si bien es cierto, Galileo no inventó como tal el telescopio, si no que más bien rediseñó un modelo ya existente diseñado por Hans Lippershey. Gracias a ese nuevo diseño de telescopio, Galileo observó por primera vez la cuatro grandes lunas de Júpiter, más conocida como los satélites galileanos.

Las cuatro grandes lunas de Júpiter
En este artículo sobre el planeta Júpiter, ya contamos que Júpiter es el segundo planeta del Sistema Solar con más lunas, ya que a finales de 2019, 20 nuevas lunas fueron descubiertas en Saturno, robándole el puesto como planeta con más satélites naturales.
A fecha de hoy, Júpiter cuenta con 79 lunas en su órbita, las cuales varían en forma, tamaño y distancia al planeta. Algunas de las lunas de Júpiter son más grandes que Mercurio y otras tan pequeñas como asteroides, pero sin duda las más llamativas son las cuatro grandes lunas de Júpiter: Ganímenes, Calisto, Ío y Europa.
De las 79 luans de Júpiter, algunas son asteroides capturados por la gravedad del planeta cuando pasaron demasiado cerca del rey de los planetas. Otras, en cambio, fueron formadas en la órbita a partir del anillo de polvo y roca que tenía Júpiter. A día de hoy, ese anillo sigue existiendo, pero es tan débil y difuso, que solo puede ser observado en longitudes de onda como el infrarrojo.
Estos anillos deberían haber desaparecido hace ya varios miles o incluso millones de años, sin embargo se mantienen gracias a que son continuamente alimentados por las colisiones que que se producen entre sus lunas más pequeñas y otros cuerpos como asteroides y meteoroides.


Ío, el infierno de las lunas de Júpiter
De las cuatro grandes lunas de Júpiter, Ío es la más cercana al planeta y la tercera en tamaño. Tiene 3.643 km de diámetro y una gran actividad volcánica debido a la cercanía de Júpiter.
Y es que con su gravedad, el gigante gaseoso tira con fuerza del interior de Ío, calentando el núcleo y generando grandes movimientos de materia en su interior que desencadenan erupciones volcánicas que, junto a las formaciones de géiseres, expulsan toneladas de dióxido de carbono a la superficie.
El azufre expulsado por los volcanes cubre la superficie dotándola de un color amarillo anaranjado. Otra carácterística interesante de su superficie es la ausencia casi total de cráteres de impacto. Esto se debe a que el cercano Júpiter atráe a la gran mayoría de asteroides impidiendo que estos impacten en sus lunas.

La lejana luna Calisto
Calisto es la segunda luna más grande de Júpiter, con 4821 km de diámetro, y la más alejada del planeta de las cuatro. Su superficie está formada por hielo (partes más claras) y roca, salpicada por una gran cantidad de cráteres de impacto que le da un aspecto similar a una pelota de golf, lo que le da un aspecto bastante similar a nuestra luna.
Debido a su lejanía Calisto sufre menos tirones gravitatorios que sus hermanas, lo que hace que no presente vulcanismo ni tectónica de placas. Su superficie, luce como un desierto de roca y su núcleo, frío e inerte, elimina cualquier posibilidad de evolución superficial más allá del bombardeo de asteorides.
Otra curiosidad de esta luna de Júpiter es su albedo. Calisto refleja solo un 20% de la luz que le llega, lo cual la convierte en una luna oscura en comparación con otras lunas de Júpiter. Aún así, es más brillante que nuestra Luna, ya que nuestro satélite solo refleja un 10% de la luz que le llega (y menos mal).

La pequeña Europa
Europa es la más pequeña de las cuatro grandes lunas de Júpiter y una de las más interesanetes.
Con 3.122 km de diámetro, Europa es una gran luna helada agrietada por la acción gravitatoria de Júpiter, y es que su superficie congelada a -126ºC sufre violentos procesos de expansión cuando pasa cerca de Júpiter. Esa misma acción gravitatoria, calienta su núcleo generando las condiciones perfectas para que las heladas capas intermedias se derritan y, bajo el manto helado de Europa, formen un océano líquido rico en sal y con condiciones favorables para la vida.
La existencia de este océano está respaldada por varias observaciones de géiseres y chorros de agua líquida que salen disparados por los polos norte y sur de Europa.
Ganímedes, la más grande
Ganímenes es la luna más grande del Sistema Solar y, por supuesto, la más grande de todas las lunas de Júpiter.
Con diámetro de 5.270 km, es mas grande que el planeta Mercurio y tan solo 1.500 km más pequeño que nuestro vecino Marte. Además, Ganímedes destaca por ser la única de las lunas de Júpiter que tiene un campo magnético, lo que indica la presencia de un núcleo activo en su interior.
Su estructura interna es similar a la de Europa, con capas de hielo internas que debido al calor del núcleo podrían formar un océano entre las capas más externas y el núcleo.
Aunque lo más interesante de esta luna es su similitud con la Tierra (o a cualquier planeta rocoso). Su composición es rocosa, tiene un tamaño considerable, un núcleo de hierro activo que genera un campo magnético, posibilidad de albegar agua en su interior y la existencia de una fina capa de óxigeno hace que esta luna de Júpiter sea un destino interesante para futuras investigaciones.

Vida en las lunas de Júpiter
¿Es posible la existencia de vida en las lunas de Júpiter? Probablemente esta sea una de las grandes preguntas sobre nuestro Sistema Solar, ya que tanto Europa como Ganímedes presentan un escenario favorable para la vida pero, ¿qué se necesita para poder albergar vida?
La distancia al Sol
Algo primordial para que la vida pueda desarrollarse es la existencia de luz y calor. En la Tierra recibimos esta energía de Sol pero en una luna como Europa, el Sol se encuentra demasiado lejos como para poder proporcionar el calor necesario para que exista agua en estado líquido, algo que entendemos que es la base para la vida.
Pero como se ha explicado, la posibilidad de agua en estado líquido en las lunas de Júpiter es algo más que probable, debido a que el calor interno de sus núcleos activos sumado a la radiación que emite el gigante gaseoso crean las condiciones de temperatura perfectas en el interior de estos astros.
Así mismo, la gruesa corteza de hielo de Europa hace de escudo natural contra las radiaciones nocivas emitidas por Júpiter, dejando pasar solo aquellas más débiles y que solo aportan calor al interior de la luna.
Una salmuera primitiva
En la Tierra, la vida apareció en los primitivos y salados océanos, junto a las fumarolas subacuáticas por las que grandes cantidades de energía en forma de calor salían desde el interior del planeta.
De confirmarse por completo la existencia de estos océanos en Europa, los invetigadores están convencidos de que contendrán una alta cantidad de sales que los harán ser más parecidos a las antiguas salmueras de la Tierra que sus actuales masas de agua. De ser así, los dos ingredientes principales para que apareciese la vida estarían cumplidos, ya que las condiciones actuales de Europa serían similares a las de la Tierra cuando la vida apareció.
El impacto de asteroides
¿Y si la vida llegó a la Tierra gracias al impacto de asteroides?
La teoría de la Panspermia dice que los ingredientes necesarios para la vida llegaron a nuestro planeta a bordo de asteroides y cometas durante la formación planetaria. Esos ingredientes se combinaron gracias al calor del interior de los océanos dando como resultado a los primeros organismos unicelulares.
Esa misma posibilidad pudo darse en otros cuerpos del Sistema Solar pero, ¿podrían haber llegado los ingredientes de la vida hasta un lugar como las lunas de Júpiter?
Lo cierto es que las candidatas a albergar vida (Europa y Ganímedes) se encuentran bastante protegidas del impacto de asteroides gracias a la influencia gravitatoria de Júpiter. De hecho, la superficie de estas lunas se encuentra en un estado bastante virgen, con pocos cráteres de impacto que nos indican que no han sufrido de grandes cambios a lo largo de su historia.
Esto podría significar que, aunque cumplen a priori con las condiciones necesarias para la vida, es posible que los ingredientes nunca hayan llegado, lo cual sería como querer hacer una barbacoa teniendo solo la parrilla y el fuego.